Recuerdo que en un viaje a Italia, con unos amigos... En Venecia, venía la mujer de uno, tan contenta porque había comprado un juego de café de cristal de Murano y le habían pedido no sé cuanto y le había costado la mitad...
Mi mujer no dijo nada, pero esa misma mañana habíamos estado en isla de Murano, en la fábrica de verdad, no la que enseñan a los turistas, y mi mujer había comprado uno bastante parecido por bastante menos que la amiga...
Como buenos amigos le pedí a mi mujer que no dijera nada, pero no sé por qué cosas éstas que tienen las mujeres entre ellas, sobre todo si son amigas, que años después, en España, claro, llevaron ambos juegos a una joyería, y el de mi mujer, que aún está en mi salón, era de los dos, el único cuyos adornos dorados eran de oro de 24 kilates...
He de decir que yo he ido a Venecia muchas veces, es una ciudad que me apasiona. Antes de casarme ya había ido tres veces, y por supuesto, nada de viajes organizados, la primera vez fui con un amigo en mi seat 127. Ni qué decir tiene que hablo italiano bastante bien.
Y de viaje de bodas tuve que llevar a mi mujer a Venecia, por supuesto.
Después de tantas visitas, la he recorrido a pie calle por calle. Por eso sabía donde estaba la fábrica de Murano y muchas cosas más de la ciudad... Que, aunque parezca imposible, aún tiene rincones que los turistas ignoran... Mi mujer todavía alucina cuando comimos en el patio trasero de una cantina, rodeados de flores, bajo una parra los dos solitos en una mesa de madera sentados en dos toneles, y comimos la comida que encargué esa misma mañana a la mujer del cantinero.