Como si me hiciera a mí falta ayuda para crear malos de los de odiarlos toda la vida..
Un fragmento de mi tercera novela, aún no la he terminado. Se titula "El Artesano". Va sobre las andanzas de un asesino a sueldo y la unidad policial que lo persigue. Esta es una conversación entre un poli y un forense, que son amigos:
—Vale, te cuento: (El Artesano) Lo dejó desangrarse; le cortó la punta del pito con la tapa de una lata de conservas que acababa de abrir. Mientras la víctima se desangraba entre aullidos de dolor, tranquilamente, se comió el atún de la lata usando la misma tapa como cubierto.
—¡No me jodas!
—Y todo el proceso lo grabó en vídeo, todo. Hasta que al tipo le salió por el rabo la última gota de sangre.
—¡Joder! ¿En vídeo? ¿Y cómo nos enteramos?
—El fulano, un carroza a punto de jubilarse, se había echado una amiguita de veinticuatro tacos. Su mujer, que llevaba casada con él más de cuarenta años, se enteró y contrató a “El Artesano” para que se los cargara, les hiciera sufrir, lo grabara en vídeo y se lo entregara. El tipo los pilló en su nidito en plena faena. Los drogó y se los llevó a un almacén de contenedores marítimos de Getafe. En un contenedor vacío, metió a las víctimas en pelotas y amordazados, los sentó en el suelo, los ató con unos cables de tal forma que no pudieran moverse, los despertó haciéndoles inhalar amoníaco o algo parecido, les quitó las mordazas para que pudieran gritar a gusto y comenzó el trabajito. Al hombre, que no hacía más que rogar por su vida y ofrecerle dinero, le sacó los ojos con la lata, le puso unas pinzas de sujeción en las pelotas para aplastárselas y sin esperar más, lo “despenó”. Murió gritando de dolor. A la joven, que de llorar quedamente pasó a inundar el contenedor de alaridos, con la misma lata, le rebanó los pezones, la nariz y los labios, los de arriba y los de abajo, y luego, antes de que terminara de desangrarse, le metió un destornillador muy fino en un ojo, reventándoselo, hasta llegar al cerebro, pero sin matarla de inmediato, haciéndola sufrir lo más posible, apretando y retorciendo cada poco hasta que murió. Los gritos de sufrimiento de esos dos no se me fueron de la cabeza en varias semanas. Durante ese tiempo, solía despertarme a menudo en medio de la noche, asustado y con sus aullidos en los oídos. Nunca me he arrepentido más de algo, que de ver ese puto vídeo —explicó Guzmán a su amigo.
—Vaya cabrón.
Si os parece poco malo "El Artesano", me avisáis...