Decálogo del Empleado Saturado
Despertador al infierno: Programa tu alarma a las 6 AM para recordar que vas a vivir una pesadilla diaria. Así, el día solo puede mejorar después de ese momento de pánico.
Desayuno de campeón: Tómate un café tan fuerte que se podría usar para despegar pintura. La cafeína es el único compañero fiel en esta travesía hacia la locura laboral.
La caminata de la desesperanza: Camina hacia el trabajo como si estuvieras en una procesión de Semana Santa, con la única diferencia de que no hay redención al final del trayecto.
La llegada triunfal: Entra a la oficina como si fueras el último superviviente de un apocalipsis zombi. Tu cara debe decir "Estoy aquí, pero mi alma ya se fue."
El trono de la procrastinación: Encuentra el baño más lejano posible de tu escritorio. No para trabajar, sino para que el trayecto te dé un momento de paz y reflexión sobre tu existencia.
El arte de la invisibilidad: Desarrolla la habilidad de ser invisible. Cuando tu jefe se acerque, tú ya deberías estar en otro plano de existencia, preferiblemente uno sin reuniones.
El almuerzo de los olvidados: Almuerza solo, en el rincón más olvidado de la oficina. Usa ese tiempo para perfeccionar tu habilidad de mirar el vacío con desesperación.
La siesta estratégica: Aprovecha cualquier reunión innecesaria para practicar la meditación en forma de micro-siestas. La clave está en mantener los ojos abiertos mientras tu mente viaja a playas lejanas.
La venganza de la impresora: Cada vez que la impresora se atasque, tómatelo como un acto de rebelión contra el sistema. Si no puedes luchar contra la opresión laboral, únete a la revolución de la tinta.
El fin del día: Cuando finalmente llegue la hora de irse, cierra tu computadora con la solemnidad de un ritual antiguo, como si estuvieras sellando un pacto de no regreso... hasta el día siguiente, claro.